grande, portentosa y esbelta
que soy yo en mi faz,
de mi Tierra.
Imagina una calma
clamorosa, fuerte y cariñosa
que es en mi faz,
mi Tierra.
Que llega un día sin avisar
hasta el punto en el que
no puedes vivir sin ella.
Mi cerebro y mi corazón no entienden
cómo hemos llegado hasta aquí sin darnos cuenta.
Aunque ambos me griten
que es una locura,
que ellos no dependen de nadie,
sólo debo recoger sus lágrimas cuando me dan la espalda.
Lágrimas de impotencia
ausencia y dolor
irrevocables sensaciones cuando alguien
ha dado gran parte de si mismo, por amor.
Ni yo, ni mi corazón ni mi mente
saben qué hacer.
Mi cama me grita que vaya con ella
que me arropará como antes mi calma lo hacía.
Y mi calma no usaba sus manos ni palabras,
usaba su mirada.
Mi amanecer en la noche y es que
los días ya no son tan soleados.
Las noches ya no son como las sentía antes,
acompañado.
La tormenta se desata si no estás,
y te echo en falta cada minuto
en el que asaltas mi mente tal y como llegaste,
sin avisar.
Dónde estás... Te necesito.
No conozco al autor de esta fotografía
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