Ahora mismo leyendo: Yesterday y mañana de Mario Benedetti

viernes, 29 de abril de 2016

Noches.

Voy a intentar no derrumbarme; al menos no hoy.
El amor propio se paga con moneda propia, y sale del corazón.
Es dolor con lo que pagas a tu respecto y conciencia.
Y no hay mayor pena que el vacío por un amor propio que no cobras, ni aprovechas.

jueves, 21 de abril de 2016

Los extremos

Este es un buen momento de mi vida y gracias a ello, puedo echar la vista atrás sin demasiadas agujetas. Lo que veo cuando miro al pasado son momentos no tan buenos como el de ahora, dándome cuenta de que nunca he tenido razones suficientes ni motivos necesarios para quejarme de mi vida. Tengo una vida de.puta.madre.

No, no es sarcasmo; es así.

Estoy sano aunque ahora mismo sea algo de lo que se pueda dudar.
Mantengo mi cerebro despierto y activo cada día del año.
Tengo una familia que lucha por estar unida.
Amigos que me cuidan y se preocupan por mí.
Proyectos en los que volcarme.
Gente a la que prestar apoyo.
Agua caliente.
Un grifo del que sale agua.
Luz.
Ropa.
Una educación.
Sentido común.
Empatía.
Perdón.

Tengo una vida muy buena por simplemente vivir donde lo hago y no en Siria. Tengo una vida extraordinaria por poder expandir mis ideas y verme dentro de unos años creciendo y creciendo, ya que no soy un niño militar. Tengo una familia preciosa, porque no los ha matado una bomba.

Puede que parezca muy extremista o algo parecido, pero si de algo me he dado cuenta estas dos últimas semanas montando un nuevo proyecto, es que la realidad es extrema. Las personas sólo empatizamos cuando nos ponen ejemplos extremos y es ahí cuando pensamos que se han sobrado.
Pues no.

Nuestro mundo es cruel, duro y frío; al igual que cálido, esperanzador y brillante. Como dijo Sirius Black, todos tenemos luz y oscuridad en nuestro interior -aplicadlo al mundo y con las cosas buenas y malas que tiene- la cuestión es que parte queremos potenciar.

Me despido aquí. Cuidad a vuestra a vuestra familia y de vosotros mismos. Un abrazo.

viernes, 15 de abril de 2016

Qué hacer

 Verás, hoy querría hablar sobre algo especial, pero antes déjame ponerte en contexto:

 Estoy seguro de que conoces esa sensación en los huesos de sentirte bien, que hoy has hecho algo bueno y por mucho que te duelan las rodillas y se te cierren los ojos, en los más profundo de ti sabes que hoy ha sido un buen día.

 Estaba en la ducha y pensé acerca de las casualidades. Cómo nuestras vidas se basan no en decisiones difíciles ni accidentes que creemos fortuitos y crean nuestro modo de vivir tal y como es en el momento que estás leyendo esto; sino en las decisiones tontas e impulsos sin sentido que tomamos sin pensar en la repercusión que pueden tener.

 Desde luego, nuestras vidas son cadenas. Si cada uno de nosotros echamos la vista atrás, vemos todo lo que hemos pasado y reflexionamos acerca de cómo estamos donde estamos y por qué, nos daremos cuenta de que a lo mejor si no hubiéramos conocido a una persona, o ido a un sitio cuando no nos apetecía, nuestras vidas podrían ser muy distintas. Suelo mantener en mi cabeza como un pensamiento intermitente la juventud que vivo hoy en día mientras siento mi mente doblar en edad a mi cuerpo, y darme cuenta de lo poco que he vivido y todas las cadenas que aún me quedan por crear.

 Por ello, creo que voy a intentar no cerrarme ninguna puerta. Nunca se sabe qué puede haber al otro lado; siempre fiel a mis principios y sabiendo que lo que hago puede que no sea lo mejor para mí, pero a lo mejor me ayuda.

 La vida es todo lo que no nos gusta y lo que nos hace latir sentimientos como un volcán en erupción. Es todo lo que dejamos de lado y abrazamos; las decisiones que tomamos y las oportunidades que sin saber lo que son, dejamos escapar.

 Que nadie se sienta mal, culpable o imbécil si ahora se da cuenta de todo lo que dejó marchar, porque hay dos formas de enfrentarse al pasado: viviendo en las quejas acerca de lo que pudiste hacer y nunca volverás a tener, o intentando corregir lo que creas que hiciste mal, haciendo el bien con lo que el inexistente futuro y subliminal presente te traiga.

Buenas noches.

martes, 12 de abril de 2016

Llama al viento soledad

Un descampado verde. La brisa del viento baila en la hierba. El sol despunta; se siente su calidez, pero no acalora. Cierras los ojos y te ves ahí. A medida que te adentras en ese escenario ves un cordillera nevada en el horizonte bajo un manto de nubes rosadas y voluminosas, tras aguas desprevenidas y ondeando con parsimonia. Estás quieto, de pie sintiendo cada parte de tu cuerpo sereno y en paz. No temes abrir los ojos y ver que donde estás parece tan real como el mundo al despertar

Hay algo indescriptible cuando uno se siente en armonía con la tranquilidad que un paraíso simple y natural desprende, aunque hay un edén distinto para cada persona. Algunos vemos paz en el fuego del infierno; el desorden calma nuestro propio caos.

Pero, creo que un problema al que no me he querido enfrentar durante meses es a afrontar la soledad. No me confundas; tengo una familia a la que amo y respeto, al igual que amigos que me cuidan y se preocupan por mí. Pero hay muchos tipos de soledad que pueden hacer de mi descampado verde un lugar solitario allá donde mire. La brisa se convierte en mi fiel acompañante mientras espero a que él mismo traiga alguien con quien poder compartir mis vistas.

Sentirse solo es algo normal. Hemos aceptado que lo que vemos es lo único que tenemos. Pero en mi ya demasiado tiempo libre y pensamientos sin control en el autobús o dando paseos cerca del río de mi pueblo, me he adentrado a descubrir nuevas soledades que hasta entonces desconocía. Ahora mismo siento una mano sostener mi corazón, y no es la mía. Esa mano es toda la gente que me ama, pero una parte de mí anhela que llegue alguien capaz de besarlo y redimir su pena, además de formar parte de la misma base que me mantiene firme y me levanta después de cada caída.

No me produce dolor sentir esta soledad que tanto me está marcando. Ir por la calle y no sentir a nadie a mi vera; pensar y no imaginar a nadie hablando conmigo; dormir y realmente pensar que no hay nadie compartiendo mi cama. No me duele, pero sí me produce una inmensa pena y desolación. Aunque sé que es cuestión de tiempo que estas sensaciones rediman, aunque sé que como todos al final lo acabe enterrando o dejando de lado sin olvidarlo, cada vez me cuesta más caminar por la calle, fantasear con mis ángeles y demonios, e irme a dormir con mi gato y tranquilizarme con su ronroneo.

Creo que esta pena es algo que sentimos muchos, y a lo mejor he conseguido darle un sentido o incluso un nombre después de mucho tiempo. Pero no me consuela, ni me calma. Mi descampado sigue tranquilo y en reposo, mientras espero a que la brisa traiga a alguien con quien pueda estar sin que ninguna convención social o pensamiento regresivo impida a mi mente vagar libremente por un mundo que solo ella conoce. Espero ese día apaciblemente. Porque además sé que cuando llegue, la desazón se evaporará como el agua desbordada de los ríos en las estaciones frías para que cuando vuelva a llover, esa persona sostenga un paraguas sobre nosotros, me mire y entienda que después de todo, la espera y aflicción valieron la pena.

Te sigo esperando. Estoy en mi descampado verde bailando con la hierba y el viento. Aquí me quedaré.



Changbai, China