Ahora mismo leyendo: Yesterday y mañana de Mario Benedetti

jueves, 14 de enero de 2016

Infinito 42: Despiértame Cuando Oscurezca, Capítulo 1 - David Cañas

CAPÍTULO 1.

 Una extraña casualidad se derrumbó ante mí. Hizo un golpe seco contra el suelo que me dejó petrificado, sin saber qué hacer. Y pasaron unos segundos hasta que decidí ver cómo se encontraba. Había caído desde el cielo, seguramente desde la terraza que podía ver si alzaba la mirada. Y, simplemente, cayó a mis pies.

 Acerqué mi oreja a su pecho sin saber siquiera qué hacer si no oía nada. Por suerte escuché unos débiles latidos. Aún con los brazos magullados y la cabeza ensangrentada, seguía con vida. La cargué en mis temblorosos brazos y, era ligera como una hoja recién caída de un árbol. Pero no tenía tiempo para pensar en nada. Dejé todo lo que tenía para ir corriendo al hospital más cercano. Intentaba pedir ayuda por la calle pero nadie miraba. Jamás había visto la Glorieta de Quevedo tan inerte. Tan insensible y egoísta. Aún a plena luz del día nadie hacía caso, y mi nerviosismo se agrandaba. Pedí un taxi aún sabiendo que apenas tenía dinero para pagarme el alquiler de este mes. Pero realmente no me importó. Solo quería llevarla a donde pudiera estar bien. Me sentía responsable de su vida y le metí toda la prisa que pude al conductor. A duras penas pude pagarle y una vez en el hospital, rápidamente unos residentes vinieron a atendernos. Se la llevaron de mí tan rápido como llegó. Ahora solo me quedaba esperar unas noticias de alguien que ni siquiera sabía su nombre.

 Habían pasado tantas horas que el sol ya había dado paso a la luna. Y desorientado, una mano se posó sobre mi hombro mientras intentaba despejarme frotándome los ojos. Un médico con una sonrisa se me había acercado. Parecía que estaba esperando a que me despertara.
       
      -¿Cómo se encuentra, señor?- Dijo
      -Bien, creo. Realmente no lo sé…-
      -¿Puedo hacer algo por usted?- Preguntó algo preocupado
      -No, no se preocu… Espere. Vine con alguien. Una... una chica. La había encontrado en la calle y vine lo más rápido que pude.
      -Bien, parece que se acuerda. Venga conmigo-

 Me levanté a duras penas. Parecía que no me hubiera levantado en un tiempo del dolor que sentía en las piernas. Atravesamos tantos pasillos que hacía mucho que no me sentía tan perdido. Tantas salas, habitaciones, pacientes… Lo único que hacía era seguir al hombre de la bata. El cual ni siquiera me había molestado en ver como se llamaba. Andando por inercia llegamos a una pequeña habitación compartida.

 Allí había un hombre mayor, descansando, con una venda rodeando su cabeza, manteniendo un gesto de dolor aún dormido. No quería pensar en qué podría haberle ocurrido… Y, detrás de una translúcida persiana, estaba la chica de la cual no me acordaba ni de su rostro. Estaba dormida. Parecía relajada aún con sus brazos morados, entablillados, y grandes cicatrices por su cuerpo. Parecía aliviada…

      -¿Cómo se llama la chica? Hemos buscado en la base de datos y no hemos encontrado nada –       Dijo el Doctor. Aún no podía ver su nombre. No sé dónde había dejado mis gafas
      -No… No lo sé, doctor...
      -Crespo, Doctor Crespo.
      -Está bien. Simplemente, cayó a mis pies. No supe hacer otra cosa que traerla aquí. No sé quién      es. No sé qué ha pasado… Estoy algo confuso ahora mismo Doctor…
      -Hizo bien. De no ser por usted, ahora mismo seguiría en la calle. Aquejada por la ignorancia de la gente de esta ciudad. Usted es un pequeño héroe de a pie. Otórguese ese mérito. Ahora mismo ella solo necesita descansar. Le vendrá bien tener a alguien al lado si llega a despertar-
      -¿Si llega a despertar? ¿Que… Qué quiere decir?- Pregunté algo asustado
      -Ha recibido un fuerte golpe en la cabeza. Le hicimos un TAC hace tres horas y aún no tenemos los resultados. La tormenta está afectando a nuestro sistema eléctrico-
      -¿Tres horas? Pero, ¿cuánto llevo aquí?-
      -¿No lo recuerda? Llegó aquí hace dos días señor. Le hospitalizamos junto a ella después de que se desmayara y estuvo recibiendo asistencia todo el día. Usted estaba demasiado débil, y sin embargo la trajo.
      -No puedo evitar sentirme peor ahora mismo… Querría estar solo si no le importa, Doctor. Necesito asimilar todo esto-
      -Por supuesto. Si necesita algo, simplemente pregunte por mí.-

 El Doctor Crespo abandonó la habitación. Dejándome solo con dos desconocidos. Sin saber cuándo se despertaría cada uno. Sin saber siquiera cuando me despertaría yo, si esto es un sueño. Apoyado en el gran ventanal de la habitación del hospital, observo cada gota chocar contra la ventana. E intento contar cada una para evitar pensar en qué diantres ha pasado durante estos dos días, de los que cuales no recuerdo nada. Viendo la ciudad arder con agua e inundarse con fuego, trato de armar este puzzle que se ha destrozado a destiempo dentro de mi cabeza.

 Cogí una silla de la habitación y la acerqué a la cama de la chica. Me concentré en mirarla a sus ojos cerrados. Me fijé en la tímida curva de su nariz. En el arco de sus ojos y sus pestañas. En su pelo pelirrojo. Pelirrojo… No me había fijado en eso antes. Un pelirrojo que aún con la luz cálida de la lámpara, se veía tan vivo… En sus labios. Los movimientos que forman como las olas. Sus pómulos y, aún así, no podía evitar ir durmiéndome. Aunque la silla donde estaba no era precisamente cómoda. Me había fijado en ella de una forma en la que ya no me atrevía a mirar a alguien. Cuando me concentro en los pequeños detalles de alguien… Las cosas no suelen salir bien. Solo soy capaz de seguir fijándome y repasar cada uno de ellos hasta que se clavan en mi cabeza. Así que me forcé a parar. Me forcé a dormir.

 En mi último suspiro antes de caer rendido, vi como mientras mis ojos se cerraban, los suyos se abrían pero, no tenía fuerzas para detenerme. Realmente estaba agotado, y quería entrar a otro mundo donde el tiempo pasa más rápido. Donde todo lo que conozco cobra otro sentido. A mi particular laberinto de sueños.



No conozco al autor de esta fotografía

No hay comentarios:

Publicar un comentario