Ahora mismo leyendo: Yesterday y mañana de Mario Benedetti

martes, 22 de diciembre de 2015

Infinito 19: Capítulo 1, "Crujir de cuellos"

 No podía respirar. O simplemente me costaba tomar una bocanada profunda entre tanta gente, tanto alboroto formado por ese silencio que desquiciaba mis sentidos. No podía ver la cara de nadie excepto al hombre que tenía a mi lado. Lloraba... Recuerdo que su olor era repugnante. Nunca lo digo, por eso es mejor que se quede aquí en mis pensamientos. Pero parecía un mendigo con esa melena pobre y descuidada. Sus manos llenas de arañazos y capas de piel muerta que sólo debías rascar para quitarla. Y lloraba sin importarle estar en el vagón más apretado y claustrofóbico hasta mi fecha.

 Pero entre todas las personas descosidas e inmóviles del vagón, una señora mayor me miraba ojiplática. Con un pequeño tick en el ojo derecho, tensando la barbilla y agarrando su bolso beige. Ya habían jugado antes conmigo a mantenerme la mirada. De una forma u otra siempre he acabado ganando. Antes me gustaba imaginar la vida de alguien según sus ojos y lo que me transmitían. Pero ahora... Ahora me he convertido en un maniquí más de la sociedad. Trabajo y consumo, como todos. He perdido mi rumbo subiéndome al barco de la infeliz seguridad. He perdido tantas cosas... Pero no podía pensar tranquilo, la señora seguía mirándome cada vez más nerviosa provocando una incomodidad que se agrandaba por segundos. Intentaba aguantar...

 No, no podía más. No despegó su vista de mí desde que subí al roñoso y antiguo vagón. Aunque no fuera mi parada, me levanté para salir de ahí lo antes posible. Con voces bajas y tímidas pedía permiso para pasar entre toda la gente que había hasta la salida.

 De repente, el tren se paró en seco. El revés nos dejó a todos por el suelo o, al menos a mí. Las luces empezaron a tintinear unos segundos después de mi caída. Pero todo el mundo seguía inmóvil. Me miraban indiferentes, como si no hubiera pasado nada. En cuanto me pude dar cuenta el metro seguía en movimiento y era el único que parecía haber sentido el seco frenazo. La señora seguía mirándome, y tragué saliva con mi nerviosismo dando paso a mi taladrante agobio. Lo último que vi antes de que se apagaran las luces fue a ella. Mirándome odiosa y rabiosa, agarrando el bolso que... Lo estaba destrozando creando un agujero con sus uñas. Nadie dijo nada cuando se fueron las luces. El ruido de las vías oxidadas seguía siendo real, hasta que volvió la luz.

 Había menos personas. Habían desaparecido. Las luces se volvieron a apagar y encenderse en un rápido segundo. Mi corazón se aceleró al ver que sólo quedaba la mitad de la gente en el vagón. Y otra vez se fue la luz, dejándome solo con la perturbada señora. Se levantó lentamente, como si no le importa que tomásemos una curva que le pudiera dejar en el suelo como a mí. Se empezó a acercar y las luces se fueron de nuevo.

 Se abalanzó sobre mi pecho haciendo presión contra el suelo con sus pequeñas manos.

-No creas que puedes escapar. Él está muy enfadado contigo- Dijo con su voz agrietada y demente - Le estaremos vigilando oh, no se preocupe por eso. Busque los dientes blancos.

 Me levanté rápidamente y al volver la luz, estaba rodeando de la misma gente que había desaparecido. La señora no estaba, pero aún podía oír su voz en mi oído y su aliento en mi cuello. Poco a poco, todos los que estaban en el vagón me empezaron a mirar. Girando sus cuellos incluso de espaldas para clavarse en mis temblorosos ojos. Se podían oír algunos cuellos partirse pero nadie decía nada. Sólo... Sólo me miraban.



Foto por: Agu Jaurena

No hay comentarios:

Publicar un comentario