Me encanta pasear por barrios solitarios con callejones que esconden tiendas antiguas con personas extrañas. Librerías haciendo esquina con un bar desecho mientras compartes acera con una sola persona hasta el final de la calle. Andar de manera que puedes disfrutar de tu particular retiro en la ciudad.
Y me encuentro frente a una calle larga, viendo todo lo que me queda por andar dejando que mis pies me lleven a donde mi curiosidad dicta. Disfrutando del número de personas suficientes junto al necesario nivel de ruido que no te haga perder el hilo de tu pensamiento sin fin.
Me gustan las ciudades, pero no todos sus lugares. En esta vida me gusta disfrutar de lo que hago y de la tranquilidad que dispongo para hacerlo. Como cuando estoy escribiendo. Me da igual dónde, si estoy cómodo las palabras salen por si solas. Como ahora mismo en esta interminable calle ante mis ojos, con ganas de seguir adelante hasta toparme con el próximo detalle que mi mirada descubra.
Suelo decir que me gusta buscar lo bueno dentro de lo malo. Quizás, lo bueno que encuentro dentro de las multitudes es poder apreciar partes de las ciudades donde uno puede estar tranquilo con sus pensamientos. Es mi pequeña y controlada dosis de droga que necesito cada cierto tiempo. Supongo que todos lo necesitamos, de alguna manera, ¿no?
Foto por @Covi_alvarez
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