Con
el paso del tiempo uno va reciclando cosas, reciclando personas. Puede sonar
mal si quieres que así sea pero, es algo que hacemos durante toda la vida. Me
incluyo en la lista de personas que tenía un montón de amigos en el instituto y
cuando se fue, los pocos amigos que tenía eran los que no estaban en el
instituto. Vivimos situaciones que nos hacen cambiar y esto hace que las
personas de nuestro alrededor decidan acompañarnos en este cambio o irse. Antes
entendía este concepto de “irse” como algo malo pero, somos millones de
personas en espacios muy pequeños. Tarde o temprano encontraremos a las
personas que nos quieran acompañar en cada cambio. En cada recaída y cada
cuesta arriba. Lo bueno de reciclar directa o indirectamente es que te das
cuenta de quien realmente es tu amigo, y quien fue una máscara ante tus ojos
porque seguramente no tenía otra opción.
Todos cambiamos. A veces retomas amistades que
una vez dejaste de lado por las diferencias que fueran, y te sientes genial.
Ambos habéis madurado y os volvéis a sentir incluso mejor que en esa relación
pasada. Pero algunas personas no cambian y no tenemos por qué llevarlas a
nuestra espalda. Cada vez digo más que nosotros somos la única persona con la
que vamos a vivir toda nuestra vida. Usemos la cabeza y decidamos quién es
mejor para nosotros. El que se ha quedado a nuestro lado en los peores momentos
es el que vale la pena. El que a pesar de todo te ha ayudado, vale la pena. Ese
hombro que vendrá si le llamas, vale la pena. El que te hace sentir bien,
también vale la pena. La vida son tres días. En cada uno amamos, lloramos y
dormimos. Yo, ahora mismo, tengo decidido con quien quiero amar, llorar y dormir cada día,
¿y tú?
No conozco al autor de la fotografía
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