Ahora mismo leyendo: Yesterday y mañana de Mario Benedetti

sábado, 27 de febrero de 2016

Historia improvisada: Capítulo 1: Desgarra el frío

 ¿Recuerdas esa canción a capella que compuse hace años? Era muy pegadiza aunque mi voz no fuera la mejor para interpretarla. La letra aclamaba al viento del norte que traía consigo la muerte en brisas que te despellejaban la piel de la cara. Depositando en cada árbol un poco de nieve dejando una forma de bala en cada rama; la bala que nos podría abrir la cabeza si pasamos por debajo. Dios, tengo las manos congeladas ahora mismo, pero no es nada que no hayamos sentido más de mil veces, ¿verdad? No hay nadie en la calle, todos están en casa cerca de la chimenea acurrucados en su cama bajo las mantas de lana que tejimos en la pasada matanza. No quieren que el frío llame a su puerta tan educadamente como suele hacer, avisando con un grito constante que baja del cielo; abriendo la boca y clavando sus dientes en el suelo. Y una vez el viento muerde, pasa su fría lengua por la nieve y coja a quien coja, nos podemos despedir de él para entonces ver su figura congelada pero aún viva, quieta y desesperada en mitad de la nada.

 Era cuestión de tiempo que las ramas de los árboles volviesen a ser balas esperando a que nuestras cabezas se dejen aparecer bajo ellas; que la alborotada ventisca actuase como niebla nublando nuestros sentidos o mejor dicho, congelándolos. Pero esta noche o día, no sabría decirte porque no veo el sol, es diferente. La muerte ha vuelto distinta después de tantos meses sin recibir una carta suya. Ahora trae a alguien consigo; a un acompañante peludo y dentado que amenaza los silencios que la ventisca permite disfrutar a los pueblerinos cuando se va a descansar. Esta criatura va con correa allá donde el frío le lleva y cuando hay luna llena, le suelta para darse un festín con cualquier alma descuidada que aún no conozca que el frío despellejante ha vuelto, y ha traído a un monstruo comiendo de su mano.


 Esta noche estaré con mi escopeta al lado de la cama de mi hija sin dejar de observar la puerta. Y más vale que ningún hijo de puta se atreva a tocar dos veces a ese trozo de madera que a duras penas frena la entrada del tiriteo en los pies de mi hija, porque le reventaré el cráneo sin preguntar una sola vez quién está al otro lado. Hasta que el viento se calme, y el frío se vaya a dormir; hasta que el sol grite que ya ha salido y podamos verle en el cielo, no pienso abrir esa puerta. Así que ven aquí, monstruo. Te estoy esperando.



Para inspirarme he utilizado estas dos fotos que me han pasado hoy de esta mañana en Cercedilla, Madrid. Fue instantáneo.

Y con este vídeo de fondo mientras escribía


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